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“En mis venas de sangre real corría la de Hamlet y de Lear…”

“En mis venas de sangre real corría la de Hamlet y de Lear…”
EREVÁN, 3 JUNIO, DIARIO “REPÚBLICA DE ARMENIA”/ARMENPRESS. El Hamlet, el Otelo, el rey Lear de los escenarios armenios, el grande entre los grandes, el mago del escenario, el del nombre y apellido inmarcesibles, Bedrós Atamián, ante el que se abrían incluso las puertas cerradas. Incluso en Turquía, donde por decreto del sanguinario sultán Abdul Hamid estaban prohibidas las representaciones en armenio, en 1888 se le permite a Atamián con carácter excepcional, subir al escenario Otelo, Conrado… Y antes de subir por los escalones de la fama, el futuro genial actor había estudiado latín, italiano y francés en la escuela de la Iglesia católica San Salvador, de Galatia. Con 16 años había subido al escenario del “Teatro Oriental” con un rol bilingüe en la obra “Guillermo el conquistador” de E. Víctor y había sido altamente valorado. En 1867 ya era actor estable del mismo teatro. Posteriormente actuó en los grupos de los actores y directores Tomás Fasuldjián y Bedrós Maghakián. Después de adquirir fama en los teatros de Estambul, su ciudad natal, fue invitado en 1879 a Tbilisi, capital de Georgia. Un año después fue el primer actor armenio en hacer Hamlet. A partir de allí, el Hamlet de Atamián pasaría de ciudad en ciudad, de país en país, para sorprender y generar admiración en el público armenio, ruso, georgiano, inglés, francés… Haría más de 300 roles, en Odesa sería nombrado miembro honorario de la academia de artes de Rusia. Sus representaciones de Hamlet y Otelo lo catalogarían como uno de los grandes actores trágicos del mundo y todo el ámbito cultural, las páginas de los diarios y revistas se llenarían con el nombre de Bedrós Atamián. El rey del escenario de su tiempo, que también era un talentoso poeta y pintor, con toda justicia escribiría:
En mis venas de sangre real
Corría la de Hamlet, de Lear,
Yo, vuelo y discusión.
Yo, divino fuego de las pasiones…
Los años en Tbilisi fueron muy fecundos para la vida creativa del actor, que representó obras de Alexander Ostrovski, Alexander Griboiedov, Paolo Giacometti. Realizó giras teatrales por Ajalkalak, Alexandrapol, Shushí, Nor Najicheván. Entre 1883-85 actuó en Moscú, San Petersburgo, Járkov, Kiev, Bakú y fue reconocido como intérprete famoso. Representó a Hamlet y Otelo en armenio y a veces en francés, sus actuaciones encendidas con fuego divino cautivarían a destacados dramaturgos y críticos rusos quienes lo comparaban con los mundialmente célebres actores italianos Tommaso Salvini y Ernesto Rossi.
Bedrós Atamián tuvo un lenguaje singular de arte escénico, una voz maravillosa, una técnica perfeccionada. También realizaba declamaciones (Nalbandián, Patkanián y otros autores). Escribió poesías y creó obras pictóricas y gráficas, páginas en prosa, artículos de crítica, traducciones. Es decir, era una individualidad multitalentosa con la que estaba maravillado el parnasiano Hovhannés Tumanián, quien después le dedicaría algunos poemas al actor trágico. Sin hacer alusión a ellos, citemos de sus memorias este triste fragmento: “Los que lo han aplaudido, sólo lo hicieron deslumbrados por el brillo externo, fugazmente, olvidándolo después por siempre… A partir de allí, se transformó para mí en un dolor permanente, un bello dolor, un verdadero Hamlet que con grandes talentos había nacido en un ambiente muy opresivo…
Y se ahogó…
Eran los comienzos de los años noventa. El mundialmente célebre actor italiano, Rossi estaba en Tbilisi. En aquel tiempo, cuanto yo recuerdo, no había, además del armenio, otro grupo teatral en Tiflis. Y el grupo armenio estaba integrado en su mayor parte por aficionados, bajo la dirección del fallecido Guevorg Chmshkián. También yo estaba entre los aficionados. El empresario ruso nos invitó a recibir a Rossi. Y nosotros, como grupo teatral, fuimos a la estación, recibimos a Rossi con ramos de flores y música. Rossi nos invitó a todas sus presentaciones. Era la noche de la presentación de Hamlet. Todos los espectadores esperaban ansiosos la apertura del telón para comparar el Hamlet de Rossi con el de Adamián. Salió Rossi, el gran actor, el filósofo, el desgraciado príncipe de Dinamarca. Expectante, con el aliento contenido, el público seguía al actor trágico.
Terminó la obra. Bajó el telón. El teatro explotó en aplausos. Obligado, Rossi salió unas cuantas veces a saludar hasta que el público se calmó. Y cuando el público se calmó, aún bajo la tremenda impresión de la reciente actuación de Rossi emitió su sentencia.
-Es maravilloso… Pero no le llega a Atamián.
Tal vez en mi vida nunca me he sentido como armenio tan orgulloso como aquella noche. Pero a pesar de todo no puedo decir si fue mayor mi orgullo o mi dolor. Él no fue valorado entre nosotros y descendió a la tumba indefenso, a destiempo…”
Por supuesto a destiempo, con tan sólo 42 años, en lamentable situación económica, enfermo de tuberculosis. Los restos del afamado actor trágico descansan en el cementerio armenio de Shishlí, en Estambul, bajo un cielo extraño y hostil…
Hakob Srapián







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