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La historia de una familia con 8 menores desplazada por la fuerza de Nagorno Karabaj

La historia de una familia con 8 menores desplazada por la fuerza de Nagorno Karabaj

EREVÁN, 6 DE NOVIEMBRE, ARMENPRESS. Hace 12 días que no estoy en casa por trabajo, hace 12 días que no vivo en mi tierra natal y al segundo día la añoranza se sentía como la punzada de una aguja. Y en ese mismo momento, mi mente estaba ocupada con el ciudadano de Artsaj que perdió su hogar, su tierra, su patria, cuyo anhelo no se puede medir en días y la fecha de regreso no está en el calendario...

Armenpress continúa presentando las historias de la población de Artsaj desplazada por la fuerza como consecuencia de la agresión de Azerbaiyán.

 

 Nuestro equipo periodístico estuvo en el distrito Jararat de Hrazdan, cerca de la entrada del hogar de los Aleksanyan. Detrás de la puerta abierta, dos chicos rubios y una chica de cabello oscuro andan en bicicleta... Alik, Roza y Alex, los niños que huyeron de Nagorno Karabaj, son hermanos de Artyom, Ararat, Benik, Daniel y Adriana.

 

Se escucha la voz de un hombre detrás de la puerta: "Entren, no se queden en la puerta". Era el dueño de casa, Hrach Aleksanyan, quien acogió en su hogar a una familia numerosa de 11 personas desplazadas por la fuerza y ​​les brindó alojamiento temporal gratuito.

Heghine Makaryan (30 años) y Apres Bedyan (40 años) son del pueblo Poghosagomer de la región de Martakert y tienen dos niñas y seis niños. El hijo mayor cumplió 15 años recientemente, la hija menor tiene dos años y medio. Junto a la familia también está la abuela, Roza Arakelyan, de 67 años.

 

"Era una buena chica, la ‘robamos’ y la trajimos...", bromeó la suegra sobre la mujer de 30 años con un hijo de 15. Al ver nuestras miradas sorprendidas la señora Roza dibujó una sonrisa en su rostro.

 

 Antes de la guerra de los 44 días, su hijo y su nuera vivían en la aldea Jraberd, pero luego del 9 de noviembre el pueblo pasó al control de los azerbaiyanos y la numerosa familia se instaló en la casa de su padre, en Poghosagomer, que según los últimos datos contaba con 60 hogares. Apres recibió un "tatuaje" de la guerra en 1992, que le dañó el ojo cuando tenía nueve años.

La mujer de 67 años admite que hasta el último momento (ed. - 20 de septiembre de 2023) no imaginaban que el desenlace sería que perderían su hogar y su patria. Recuerda los nueve meses de bloqueo y cuenta que aún en aquellos días, hambrientos, sin luz y sin gas, no pensaban en abandonar su casa. Resistieron y lucharon.

 

"Tan pronto como la ayuda humanitaria entró a Nagorno Karabaj, un vehículo desde Lachin, otro desde Aghdam, al día siguiente comenzaron los ataques, ni siquiera lograron distribuir el contenido de la carga humanitaria a la gente... Ni siquiera sabíamos cuál era el propósito del envío de ayuda.

La guerra comenzó el 19 de septiembre, en ese momento nuestra aldea no fue atacada. En la mañana del día siguiente, el jefe del pueblo llamó a todos y manifestó: "Gente, salgan, los turcos ya están entrando al pueblo". Algunos se escaparon a pie, otros en auto. No tuvimos ni 10-20 minutos para recoger nuestra ropa, nos llevamos lo que teníamos puesto. No pudimos salir con nuestros dos autos estacionados en la entrada de la casa. El jefe de la aldea nos brindó un autobús y llegamos a Stepanakert. Nos quedamos allí durante cinco o seis días, desde allí con un vehículo militar y 39 personas vinimos a Goris, luego a Hrazdan", relató la señora Roza, sin poder contener las lágrimas, ya que su sobrino fue asesinado el 19 de septiembre en Meghavaz.

 

 

La familia también fue desplazada durante la guerra de 44 días. Se establecieron en la aldea Ptghavan de la región de Tavush hasta 2021. Permanecieron allí hasta enero, pero los líderes de Nagorno Karabaj les dijeron que regresaran, prometiéndoles que todo estaría bien.

"Creímos y nos fuimos, pero...", suspira la abuela de la familia.

 

 Para consolar a la señora Roza, señalamos a los ocho nietos y enfatizamos: mira qué riqueza tienes. Ella los mira, sonríe y asiente.

 "No tengo nada que decir, pero debemos aumentar nuestra riqueza. No tenemos trabajo ni casa... Nos dedicábamos a la cría de animales en el pueblo: dejé 26 cerdos, 46 gallinas, vacas y terneros... Dejamos todo en el patio de nuestra casa y nos escapamos. Teníamos dos casas, una de las cuales no logramos terminar. La dejamos amueblada, mis hijos nunca se quedaron allí. Salimos de mi casa, cargamos comida, y nos escapamos. También dejé allí las tumbas de mi marido y mis dos hijos... Es duro, querida niña, muy duro, qué puedo decir...".

En la cocina techada del patio de la casa, los niños corren, juegan, bromean. Artyom (15 años), con una mirada hosca y seria, está sentado en un rincón escuchando atentamente nuestra conversación, haciendo movimientos con la cabeza cuando está de acuerdo o en desacuerdo y bajando los ojos. Artyom es un futuro programador.

 

 "No se adapta a esta realidad... En realidad, ninguno de ellos se acostumbra. Tan pronto como oscurece, todos dicen: Abuela, queremos estar nuestro hogar, regresemos, ¿si? Los niños de nuestro pueblo, que están dispersos en diferentes lugares, mantienen su relación. Todo el día se mandan fotos del pueblo o del colegio... Al partir, Ararat tomó una fotografía de nuestra casa y dijo: "Abuela, tal vez no volvamos". Dije: volveremos, no lo pienses, volveremos algún día... Mis niños extrañan. Yo digo eso, pero sé que no volveremos. No podemos vivir con ellos (ed. - azerbaiyanos), no tienen Dios, todo lo malo que existe se lo han hecho a los armenios, a los habitantes de Artsaj. Decapitaron a un chico del pueblo vecino, y han hecho tantas cosas similares", agacha la cabeza y trata de ocultar otra lágrima.

 La nieta de la señora Roza, llamada también Roza, de 6 años, añora su hogar: "Extraño mis juguetes, mis amigos". Su hermano Alik, alumno de quinto grado, continúa el mensaje y enfatiza con seguridad que no existe un pueblo tan hermoso como el de ellos.








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